Y parte de ese cambio se una a la lista de casualidades que me hicieron encontrarte, las cuales quizás sean más causales que casuales.
Podrás pensar que es absurdo, pero leía acerca del suburbano. Miles de personas se transportan a diario y yo sólo busco una; tal vez esa sea la razón por la que un viaje en tren me hace sentir, de algún modo, más cerca de ti.
Pensar que ocupo los mismos asientos que tú, que recorro el mismo trayecto y uso las mismas horas para perderme en alguna quimera conectada a tu realidad onírica, hacen que la emoción suba. Recupero esa parte infantil, donde ser feliz equivale a mirar una puesta de sol, o dar un buen sorbo a una fría agua de limón.
Tan sencillo como un viaje en tren y esa premonición de saber que debía dirigirme a ti, porque te encontré y la vida unió una serie de circunstancias completamente irracionales si se miran desde una perspectiva pasada, pero si observas en retrospectiva, puedes darte cuenta de que Dios puso esos puntos ahí, cual niño uniendo números para formar una figura con sentido, ese sentido que vienes a darle a todo lo que me rodea.
Porque el hecho de sonreír, de respirarte en todo, es una grandiosa cualidad adquirida a través de esa facultad tuya de ser rosa, jardín, ave, vaso de agua, copa de vino, la primera nota del periódico y en general, por haber una partícula de ti en cada cosa que hago.
Viajeros al tren, nuestras vidas se unieron en un punto exactamente correcto. Te espero en la estación más próxima.
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